Short Description
El Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) estableció un pacto con los judíos de Medina directamente después de su emigración a esta ciudad, en los primeros días de su residencia ahí; lo que indica claramente la idea de la convivencia y su deseo de vivir
El Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) estableció un pacto con los judíos de Medina directamente después de su emigración a esta ciudad, en los primeros días de su residencia ahí; lo que indica claramente la idea de la convivencia y su deseo de vivir en paz con los no musulmanes. En los textos del compromiso, fue mencionado lo siguiente:
1-Los judíos de Banû ‘Awf son una nación junto con los musulmanes, cada uno tiene su religión, sus esclavos y sus riquezas[1].
2-Los judíos tienen sus gastos, y los musulmanes los suyos.
3-Tienen victoria sobre quien lucha contra la gente de dicho pacto.
4-Disfrutan del consejo mutuo y la bondad, fuera de la transgresión.
5-El hombre no tiene culpa respecto a su aliado.
6-La victoria es para el oprimido.
7-Los judíos gastan con los creyentes mientras que éstos últimos combaten.
8-La tierra de Medina así como sus habitantes están protegidos por la ley Islámica, considerándose Mahârem* para la gente de este pacto,
*Maharem significa: las posesiones, las propiedades, el alma, la sangre, el honor, la reputación, la familia, etc y toda cosa que, de acuerdo a la ley Islámica, no se permite violar, y también la persona que se defiende contra cualquiera agresión.
9-Al ocurrir un incidente o una disputa entre la gente de este pacto que se teme su corrupción, se recurre a (el Libro de) Al-lâh y a (la Sunna de) su Mensajero (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam).
10-No se debe proteger a los Qoraysh ni a quien los auxilia.
11-Gozan de la victoria sobre quien irrumpe en Medina,
12-Este libro (pacto) no excluye a un injusto o pecador[2].
Digno de mencionar aquí, que dicho compromiso no citó a los judíos de Banû Qînqâ‘, ni a los judíos de Banû An·Nadhîr y ni siquiera a los judíos de Banû Quraydha[3]; a pesar de lo que fue confirmado en la Sira respecto a que se establecieron con ellos otros pactos y compromisos fuera de este.
Por otro lado, dicho pacto, afirma sin duda alguna la condición del Estado islámico –siendo en esta primera etapa de construcción- en cuanto a gozar de libertad completa y hacer sitio al prójimo para participar y convivir en base al respeto por el otro. También esto aparece a través de leer reflexivamente los artículos de dicho pacto, con respecto a que acepta al otro, establece las leyes para él y para organizar su vida entre los individuos de la sociedad musulmana, protege sus derechos y repele cualquier injusticia si le toca.
Tanto el Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) como los musulmanes –a pesar de lo que sufrieron de grandes dificultades y engañaos repetidas- procuraron continuar la aplicación de los artículos de este compromiso, de modo que la convivencia pacífica y segura con los judíos que vivían con el Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) y los musulmanes, era la característica de la vida dentro de Medina; así que comenzó el intercambio comercial entre ellos, por lo que los mercados de los judíos en Medina se llenaron de musulmanes, y de los mercados más famosos de los judíos, está el mercado de Banû Qînqâ‘. Tomando en consideración que las operaciones de compra y venta, no se realizan sino entre personas que confían entre sí, razón por la cual la mujer musulmana iba sola a comprar de los judíos en su mercado sin tener vergüenza alguna; algo que indica la gran confianza que los musulmanes tenían en los judíos[4]; así mismo, ‘Osmân Ibn ‘Affân (que Al-lâh Esté complacido con él) compró el pozo de Rûma[5] de un judío.
También el Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) solía relacionarse con todos aquellos que residían en Medina, tanto si eran musulmanes o no, aparte de entablar conversación y sentarse con ellos. Fue narrado al respecto que ‘Urwa Ibn Az·Zubayr (que Al-lâh Esté complacido con él) dijo: “Usâma Ibn Zayd (que Al-lâh Esté complacido con él) me contó que el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) montó un burro cona alforja sobre su lomo, por debajo de la cual había terciopolo hecho de Fadak[6], llevando detrás de él a Usâma Ibn Zayd (que Al-lâh Esté complacido con él)[7], mientras visitaban a Sa‘d Ibn ‘Ubâda (que Al-lâh Esté complacido con él)[8] en Banû Al Hâriz Ibn Al Jazraÿ, y esto tuvo lugar antes de la batalla de Badr. Hasta que pasó por una reunión donde había una mezcla de musulmanes, idólatras y judíos, y entre ellos estaba ‘Abdul·lâ Ibn Ubaî Ibn Salûl, y en la reunión estaba ‘Abdul·lâ Ibn Rawâha (que Al-lâh Esté complacido con él). Por ende, cuando el polvo de la bestia llenó la reunión, ‘Abdul·lâ Ibn Ubaî se cubrió la nariz con su vestido, luego dijo: “No traigáis polvo a nosotros”. Así que el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) los saludó, se paró y descendió para llamarlos al camino de Al-lâh, recitándoles el Qor’ân. Acto seguido, ‘Abdul·lâ Ibn Ubaî Ibn Salûl dijo: “Oh hombre, no hay nada mejor que eso si lo que dices es verdadero; sin embargo, no nos perjudiques en nuestra reunión y regresa a tu montura. Y a quién de nosotros venga a ti, aplícale el talión”. ‘Abdul·lâ Ibn Rawâha (que Al-lâh Esté complacido con él) dijo entonces: “No, Mensajero de Al-lâh, cúbrenos de polvo en nuestras reuniones, ya que nos gusta esto”. Los musulmanes, los incrédulos y los judíos se insultaron mutuamente, hasta que quisieron agredirse uno a otro, y el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) todavía estaba en su lugar. Luego, montó su bestia, fue a Sa‘d Ibn ‘Ubâda (que Al-lâh Esté complacido con él) y le dijo: “Oh Sa‘d, ¿no has escuchado lo que dijo Abû Hubâb (refiriéndose a ‘Abdul·lâ Ibn Ubaî)? Dijo: tal y tal”. Contestó: “Perdónalo, Mensajero de Al-lâh, pues Al-lâh te dio lo que te dio y la gente de esta ciudad (Medina) se puso de acuerdo en hacerlo su jefe, pero cuando Al-lâh rechazó eso con la verdad que te dio, él te envidió, razón por la cual dijo lo que escuchaste”. Por consiguiente, el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) lo perdonó”[9].
A pesar del deseo del Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) de convivir en paz con los judíos en Medina, ellos cometieron hechos provocadores; sin embargo, el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) los recibía con mucha tolerancia y gran sabiduría. Mencionaremos aquí algunos ejemplos acerca de los actos provocadores de los judíos; entre ellos, su ataque al Señor de los mundos, y esto en sí es una tragedia que implica el castigo más fuerte. No sólo por su fe débil y negar la verdad que saben bien, sino porque mediante este ataque y agresión, calumnian la fuente principal de los musulmanes, y así, incitan a la gente a rechazar la Ley que los gobierna, y esto causó una gran tentación en Medina, además de atribuir al Señor la pobreza, de modo que Al-lâh reveló la Aleya siguiente: “Y así fue como Al-lâh oyó la palabra de quienes dijeron: Al-lâh es pobre y nosotros somos ricos.[10]”[11].
Asimismo, atacaron al Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam); puesto que pasaban por él y suplicaban en su cara que muriera, intentando manifestar lo contrario. Pues, alguno de ellos decía: “As·sâm ‘alayka (en vez de As·salâmu ‘alayka, la paz sea contigo)”, y la palabra “Sâm” en hebreo significa muerte, es decir, que la muerte sea contigo. No obstante, el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) se bastaba con responderles: “Wa ‘Alaykum (sin mencionar As·salâm)”[12]. Mejor dicho, ordenaba a los Compañeros que escuchaban esta súplica, responder amablemente y no decir obscenidades.
También atacaron a los profetas y el Qor’ân, y provocaron el odio entre los Muhâÿirûn (Pl. de Muhâÿir, emigrante) y los Ansâr (Auxiliadores del Profeta en Medina), etc. Sin embargo, si los judíos se hubieran limitado a eso, sería algo probable y aceptable, sino que se atrevieron a más que eso, y la tolerancia del Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) al respecto aumentó su libertinaje, de modo que cometieron actos insoportables; y por lo tanto, esto fue una violación clara al pacto, lo cual resulta imposible perdonar o ignorar. Pues, los Banû Qînqâ‘ cometieron violaciones graves, al solicitar a la mujer musulmana descubrir su rostro, luego su intento de revelar su áura [ partes privadas de su cuerpo] y realizar reunión tribal para matar a un hombre musulmán[13]. Los Banû An·Nadhîr también violaron el pacto por medio de un intento claro para matar al Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam)[14], así como los de Banû Quraydha con un intento aún más violento y feroz, cuyo objetivo era asesinar y apoderarse de todo aquel que estaba en Medina[15].
En cuanto a su compromiso con los judíos de Jaybar, fue realizado después de luchar contra ellos, y el Profeta (SAWWS) no recurrió a dicha lucha sino después de asegurarse de que se había vuelto un refugio para quien quería planificar destruir el Estado islámico y sus pilares. Así pues, recurrieron a ella Salâm Ibn Abî Huqayq, conocido como Abû Râfi‘, Kinâna Ibn Ar·Rabi‘Ibn Abî Al Huqayq y Huyaî Ibn Ajtub, los cuales eran de los nobles de Banû An·Nadhîr[16], de los peores enemigos de los musulmanes y de quienes el Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) echó de Medina después de que cometieron crímenes. Por lo tanto, los judíos de Banû An·Nadhîr residentes en Jaybar, junto con los judíos de Jaybar que estaban con ellos y sus jefes, empezaron a incitar a la sociedad tribal contra los musulmanes; así que un grupo de los judíos de Jaybar y los judíos de Banû An·Nadhîr salió para reunir a los grupos aliados de incrédulos con el objetivo de bloquear a los musulmanes, por lo que tuvo lugar la batalla de Al Ahzâb (Los aliados), en la cual se reunieron más de diez mil luchadores de los idólatras; a fin de destruir a los musulmanes en Medina, pero Al-lâh otorgó su victoria y auxilió a los musulmanes que se encontraban allí. No obstante, Jaybar llegó a ser un peligro grave para ellos (los musulmanes); por eso, era necesario educarlos, y pedirles cuentas por algunos crímenes que habían cometido contra el Estado islámico.
Entonces el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) salió para luchar en contra de ellos en el séptimo año de la Hégira, y después de varias batallas y asediar sus fortalezas, una tras la otra, los judíos pidieron reconciliarse y negociar con el Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam), y él lo aceptó. Por fin, se reconciliaron efectivamente, a garantizarles la vida –es decir no matarles-, tanto a ellos como a todos los que estaban en las fortalezas, de combatientes, descendencias y mujeres, y a dejar los hogares, las armas, el dinero, el oro y la plata y salir sin nada, así también el Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) estipuló en dicho compromiso una condición muy importante, pues dijo: “Estaréis libres de la protección de Al-lâh y de su Mensajero si me ocultáis algo”[17]. Es decir, si algún judío ocultaba algo de dinero, oro o plata, entonces el Mensajero de Al-lâh (SAWWS) podría matarlo por ello[18]. Los judíos aceptaron esa reconciliación, y comenzaron a salir de Jaybar, mientras el Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) les perdonó su vida a todos mediante dicha reconciliación, y eso a pesar del mal que cometieron; de modo que no se mató sino a quien traicionó este pacto, como ocurrió con Kinâna Ibn Abî Al Huqayq[19].
Hasta aquí, todo estaba en manos de los musulmanes, y los judíos no tenían otra opción que salir, y a pesar de eso, y por el deseo del Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) de convivir en paz con el prójimo, aceptó la propuesta de los judíos, pues le pidieron cultivar dicha tierra a medias con los musulmanes. Fue narrado en Al Bujârî que ‘Abdul·lâ Ibn ‘Omar (que Al-lâh Esté complacido con él) dijo: “El Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) dio Jaybar a los judíos a condición de cultivarla y laborarla, obteniendo la mitad de lo que saliera de ella”[20].
Dicha reconciliación se considera como plena benevolencia de parte del Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) hacia los judíos de Jaybar, salvándolos de salir al desierto. Pues, el primer compromiso consistía en echarlos dejando todo detrás de ellos; sin embargo, la vida siguió de modo natural con la gente de Jaybar, quien quedó en sus trabajos realizándolos con toda libertad, y no hay ninguna situación que indique la obstinación de los musulmanes con ellos.
Mediante estas virtudes sublimes y este amor grandioso, el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) estableció sus pactos con los judíos, pero ellos no los mantuvieron y los violaron uno tras el otro.
[1] El pacto lo concretó con los nombres de las diferentes tribus para que sea obligatorio para todos. Así que mencionó a los judíos de Banû An·Naÿÿâr, Banû Al Hâriz, Banû Sâ‘ida, Banû Ÿushm, Banû Za‘laba y otras.
[2] Ibn Hishâm: As·sira An·nabawiyya 1/503, 504.
[3] Los que fueron citados en el pacto precedente, son de las tribus de los árabes quienes se volvieron judíos. Mientras que los Banû Qînqâ‘ y Banû Quraydha son judíos de origen.
[4] Consulte: Ibn Hishâm: As·sira An·nabawiyya 3/314 e Ibn Sayyed An·Nâs: ‘Uyûn Al Azar 1/443.
[5] Es una tierra en Medina entre Al Ÿurf y Zighâba. Véase: Yâqût Al Hamawî: Mu‘ÿam Al Buldân 3/104.
[6] Es una aldea famosa situada al norte de Medina.
[7] Es Usâma Ibn Zayd Ibn Hâriza Ibn Shurahbîl Al Kalbî, siervo del Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) y su favorito. El Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) lo encargó del ejército al tener 18 años de edad. Falleció en Medina en el año 58 o 59 de la Hégira, tras abandonar la tentación. Véase: Al Isti‘âb 1/170, Asadul Ghâba (El león de la selva) 1/91 y Al Isâba, traducción (89).
[8] Es Sa‘d Ibn ‘Ubâda Al Jazraÿî Al Ansârî As·Sâ‘idî. Era un capitán que asistió a Al ‘Uqba y Badr, y también era jefe entre los Ansâr [auxiliadores del Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) en Medina], comandante distinguido y generoso. Su pueblo reconoció su liderazgo y jefatura. Murió en Hauran, en la tierra de Sham, dos años y medios después del califato de Omar (que Al-lâh Esté complacido con él), o sea en el año 15 de la Hégira. Consulte: Al Isti‘âb 2/161, Asadul Ghâba (El león de la selva) 2/221 y Al Isâba, traducción (3169).
[9] [Al Bujârî (4566), (2691)] [Muslim (1798)] [Ahmad (21815)].
[10] [Sura Âle-‘Imrân (La Familia de ‘Imrân) 3: Aleya 181].
[11] Ibn Hishâm: As·sira An·nabawiyya 1/558, 559, As-Suhaylî: Ar-Rawdh Al Anif 4/254, 255 e Ibn Sayyed An·Nâs: ‘Uyûn Al Azar 1/285.
[12] [Al Bujârî (6024), (6256)] [Muslim (2164)]
[13] Ibn Hishâm: As·sira An·nabawiyya 2/47, Ibn Kazîr: As·sira An·nabawiyya 3/6 y As-Suhaylî: Ar-Rawdh Al Anif 5/277.
[14] Ibn Hishâm: As·sira An·nabawiyya 2/189, Ibn Kazîr: As·sira An·nabawiyya 3/146 y As-Suhaylî: Ar-Rawdh Al Anif 6/158.
[15] Ibn Hishâm: As·sira An·nabawiyya 2/220, As·Sâlihî Ash·Shâmî: Subul Al Hudâ Wa Ar·Rashâd 4/373 e Ibn Al Qayyem Al Ÿûziyy: Zâd Al Mi‘âd 3/240.
[16] Ibn Hishâm: As·sira An·nabawiyya 1/513 e Ibn Kazîr: As·sira An·nabawiyya 2/342.
[17] Al Bayhaqî: Dalâ’il An·nubuwwa 4/204, Ibn Al Qayyem: Zâd Al Mi‘âd 3/283 y As·Sâlihî Ash·Shâmî: Subul Al Hudâ Wa Ar·Rashâd 5/131.
[18] Ibn Kazîr: As·sira An·nabawiyya 3/377 e Ibn Al Qayyem: Zâd Al Mi‘âd 3/129, 289 y 290.
[19] El Mensajero (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) fue informado por parte de algún judío que Kinâna Ibn Abî Al Huqayq había escondido dinero, así que se le llamó y se le preguntó: “¿Acaso has escondido algún dinero?” Contestó negativamente. Entonces el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) dijo: “Y si lo encontramos contigo, ¿te matamos?”. Respondió afirmativamente. Acto seguido, el Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) ordenó buscarlo en su tierra, y ahí encontraron un tesoro grande de dinero, por lo que Kinâna Ibn Abî Al Huqayq fue asesinado como resultado de traicionar el pacto con los musulmanes. Véase: Ibn Kazîr: As·sira An·nabawiyya 3/374 e Ibn Hishâm: As·sira An·nabawiyya 2/336, 337.
[20] [Al Bujârî (2571)] [Muslim (1551)]
Comentarios
Envíe su comentario